Reflexione hoy sobre su deber de compartir el evangelio con los demás.

Designó a Doce, a quienes también llamó Apóstoles, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar y tener autoridad para expulsar demonios. San Marcos 3: 14-15

Los doce apóstoles fueron llamados primero por Jesús y luego enviados a predicar con autoridad. La autoridad que recibieron fue con el propósito de echar fuera demonios. ¿Pero cómo lo han hecho? Curiosamente, la autoridad que habían recibido sobre los demonios estaba, en parte, asociada con su asignación de predicar. Y aunque hay algunos casos registrados en las Escrituras de los apóstoles que expulsaron demonios directamente por mandato, también debe entenderse que predicar el evangelio con la autoridad de Cristo tiene el efecto directo de expulsar demonios.

Los demonios son ángeles caídos. Pero incluso en su estado caído, conservan los poderes naturales que tienen, como el poder de influencia y sugestión. Intentan comunicarse con nosotros para engañarnos y alejarnos de Cristo. Los ángeles buenos, por supuesto, también ejercen este mismo poder natural para nuestro bien. Nuestros ángeles de la guarda, por ejemplo, están constantemente tratando de comunicarnos las verdades de Dios y Su gracia. La batalla angelical por el bien y el mal es real y como cristianos debemos ser conscientes de esta realidad.

Una de las mejores formas de lidiar con Satanás y sus demonios es escuchar la Verdad y proclamarla con la autoridad de Cristo. Aunque a los Apóstoles se les había dado una autoridad especial para su predicación, todo cristiano, en virtud de su Bautismo y Confirmación, tiene la tarea de proclamar el mensaje del Evangelio de diversas formas. Y con esta autoridad, debemos esforzarnos constantemente por traer el Reino de Dios. Esto tendrá un impacto directo en la disminución del reino de Satanás.

Reflexione hoy sobre su deber de compartir el evangelio con los demás. A veces esto se hace compartiendo explícitamente el mensaje de Jesucristo, y otras veces el mensaje se comparte más por nuestras acciones y virtudes. Pero a todo cristiano se le confía esta misión y debe aprender a cumplir esa misión con verdadera autoridad, sabiendo que a medida que se ejerce la autoridad de Cristo, aumenta el Reino de Dios y se supera la actividad del maligno.

Mi Todopoderoso Señor, te agradezco por la gracia que me has dado de proclamar la verdad de tu mensaje salvador a aquellos con quienes me encuentro todos los días. Ayúdame a cumplir mi misión de predicar tanto de palabra como de obra, y a hacerlo con la autoridad gentil pero poderosa que me has dado. Me ofrezco a Tu servicio, querido Señor. Haz conmigo lo que quieras. Jesús, creo en ti.