Santa María Goretti, la carta de quienes la mataron antes de morir

italiano Alejandro Serenelli pasó 27 años en prisión tras ser condenado por el asesinato de María Goretti, una niña de 11 años que vivía en Neptuno, En Lazio. El crimen tuvo lugar el 5 de julio de 1902.

Alexander, entonces de veinte años, irrumpió en su casa e intentó violarla. Ella se resistió y le advirtió que cometería un gran pecado. Enfurecido, apuñaló a la niña 11 veces. Antes de morir al día siguiente, perdonó a su atacante. Después de cumplir su condena en prisión, Alexander buscó a la madre de Mary para pedirle perdón y ella le dijo que si su hija lo perdonaba, ella también lo haría.

Serenelli luego se unió a laOrden de los Frailes Menores Capuchinos y vivió en el monasterio hasta su muerte en 1970. Dejó una carta con su testimonio y pesar por el crimen cometido contra María Goretti, canonizada en la década de 40 por el papa Pio XII. Los restos del Santo fueron trasladados del Cementerio de Neptuno a una cripta en el santuario del Nuestra Señora de Gracia de Neptunoo. La fiesta de Santa María Goretti se celebra el 6 de julio.

Alejandro Serenelli.

La carta:

“Tengo casi 80 años, estoy cerca de completar mi camino. Mirando hacia atrás, reconozco que en mi primera juventud tomé un camino falso: el camino del mal, que me llevó a la ruina.

Veo a través de la prensa que la mayoría de los jóvenes, sin inmutarse, siguen el mismo camino. tampoco me importaba Tenía a mi lado gente de fe que hacía el bien, pero no me importaba, cegado por una fuerza bruta que me empujaba por el camino equivocado.

Durante décadas me ha consumido un crimen pasional que ahora horroriza mi memoria. María Goretti, hoy Santa, fue el ángel bueno que la Providencia puso frente a mis pasos para salvarme. Todavía llevo sus palabras de reproche y perdón en mi corazón. Rezó por mí, intercedió por su asesino.

Han pasado casi 30 años en prisión. Si no hubiera sido menor de edad, me habrían condenado a cadena perpetua. Acepté el juicio merecido, admití mi culpa. María fue verdaderamente mi luz, mi protectora. Con Su ayuda, me fue bien durante mis 27 años en prisión y traté de vivir honestamente cuando la sociedad me dio la bienvenida nuevamente a sus miembros.

Los hijos de San Francisco, los Frailes Menores Capuchinos de las Marcas, me acogieron con seráfica caridad, no como a un esclavo, sino como a un hermano. Hace 24 años que vivo con ellos y ahora miro serenamente el paso del tiempo, esperando el momento de ser admitido en la visión de Dios, poder abrazar a mis seres queridos, estar cerca de mi ángel de la guarda y de su querida madre Assunta.

Quienes lean esta carta, pueden tenerla como ejemplo para escapar del mal y seguir el bien, siempre.

Pienso que la religión, con sus preceptos, no es algo que se pueda despreciar, sino que es el verdadero consuelo, el único camino seguro en todas las circunstancias, incluso en las más dolorosas de la vida.

Paz y amor.

Macerata, 5 de mayo de 1961″.