Santo del día 17 de febrero: la historia de los siete fundadores de la Orden de los Servitas

¿Te imaginas a siete hombres prominentes de Boston o Denver reunidos, dejando sus hogares y profesiones y yendo a la soledad por una vida entregada directamente a Dios? Esto es lo que sucedió en la culta y próspera ciudad de Florencia a mediados del siglo XIII. La ciudad fue destrozada por las luchas políticas y la herejía de los cátaros, que creían que la realidad física era inherentemente mala. La moral era baja y la religión parecía carecer de sentido. En 1240, siete nobles florentinos decidieron de mutuo acuerdo retirarse de la ciudad a un lugar solitario para la oración y el servicio directo de Dios, su dificultad inicial fue la de proveer a los dependientes, ya que dos aún estaban casados ​​y dos eran viudos. Su propósito era llevar una vida de penitencia y oración, pero pronto se vieron perturbados por las constantes visitas de Florencia. Posteriormente se retiraron a las laderas desiertas del Monte Senario. En 1244, bajo la dirección de San Pietro da Verona, OP, este pequeño grupo adoptó un hábito religioso similar al hábito dominicano, eligiendo vivir bajo el gobierno de San Agustín y adoptando el nombre de Siervos de María. La nueva Orden tomó una forma más similar a la de los frailes mendicantes que a la de las órdenes monásticas más antiguas.

Los miembros de la comunidad llegaron a los Estados Unidos desde Austria en 1852 y se establecieron en Nueva York y luego en Filadelfia. Las dos provincias americanas se han desarrollado desde la fundación hecha por el padre Austin Morini en 1870 en Wisconsin. Los miembros de la comunidad combinaron la vida monástica y el ministerio activo. En el monasterio llevaron una vida de oración, trabajo y silencio, mientras que en el apostolado activo se dedicaron al trabajo parroquial, la enseñanza, la predicación y otras actividades ministeriales. Reflexión: El tiempo en el que vivieron los siete fundadores servidos es fácilmente comparable a la situación en la que nos encontramos hoy. Es "el mejor de los tiempos y el peor de los tiempos", como escribió Dickens una vez. Algunos, quizás muchos, se sienten llamados a una vida contracultural, incluso en la religión. Todos tenemos que afrontar de una manera nueva y urgente el desafío de centrar decididamente nuestra vida en Cristo.