España: el cura duda y el anfitrión empieza a sangrar

La inteligencia humana tiene dificultades para creer que el pan y el vino se pueden convertir en verdadera carne y verdadera sangre de Jesús, porque en el acto de la consagración nada es visible a los ojos de los hombres, mientras que la fe nos lleva a creer firmemente en las palabras de Jesús.Los milagros eucarísticos confirman precisamente las palabras de Jesús y, de hecho, fortalecen la fe y demuestran la presencia real de Jesús. el Cuerpo y de la Sangre del Señor en el Pan Eucarístico. Estos hechos prodigiosos desafían nuestra racionalidad que lucha por entregarse a lo sobrenatural, pero nada es imposible para Dios ni que "en el pan se esconde a la humanidad de Jesús".

En 1370 el párroco de Cinballa durante la celebración de la misa dominical le asaltaron serias dudas sobre la presencia real de Jesús en el sacramento de la Eucaristía. En el momento de la consagración Don Tommaso vio consternado a la Hostia transformarse en carne real y de ahí empezó a derramar tanta sangre derramada sobre el corporal. El incidente fortaleció la fe vacilante del sacerdote celebrante que se arrepintió y se retiró a un monasterio para dedicarse a una vida de penitencia y oración. La reliquia fue llevada en procesión y así la noticia se difundió por todas partes. Muchos fueron los milagros atribuidos a la “duda del Santísimo Misterio” que siempre ha sido objeto de gran devoción por parte de los fieles.
Cada año, el 12 de septiembre, se celebra la memoria del milagro en la iglesia parroquial donde aún se conserva la reliquia del cuerpo manchado de sangre.

Recita la comunión espiritual todos los días: Señor, deseo ardientemente que vengas a mi alma, que la santifiques y la hagas tuya por amor, tanto que ya no se separa de ti sino que vive siempre en tu gracia. Oh María, prepárame para recibir dignamente a Jesús, Dios mío, entra en mi corazón para purificarlo. Dios mío, entra en mi cuerpo para protegerlo, y no permitas que nunca más me separe de Tu amor. Quema, consume todo lo que ves dentro de mí indigno de Tu presencia, y de algún obstáculo a Tu gracia y Tu amor.